Escribir no sirve para nada. Hablar tampoco. Pensar tampoco. Cualquiera puede mirar en retrospectiva la historia de la humanidad y podrá corroborarlo por sí mismo. Aunque es cierto, como queda demostrado por Wilcock (al contar la historia de Klaus Nachtknecht) que no todo lo que se descubre debe necesariamente servir para algo. Ni que decir tengo que en lo que a mí respecta, mis discutibles hallazgos literarios no me han servido absolutamente para nada. No conseguí dinero, reconocimiento, amistades, contactos, fama, aplausos, absolutamente nada.
En su lugar, me han robado ideas, me han plagiado, se han servido de mí sin pedir permiso. Lo cual podría ser halagador de alguna manera, pero que en realidad no me ha hecho ninguna gracia, toda vez que quienes lo han hecho son los que se llevan el reconocimiento masivo y los aplausos, dejándome en este sitio tibio en el que me encuentro. Aunque ustedes no lo crean, hay un puñado de personas que han conseguido mucho a partir de sus experiencias en el mundo Blogger. Incluso han conseguido trabajos bien remunerados en medios culturales masivos. Es cierto que se trata de una minoría de personas con suerte, pero esa minoría existe. Desafortunadamente, yo no pertenezco a ella. A decir verdad, apenas pude conseguir que me leyeran mis amigos personales, después de insistirles para que lo hicieran. Es una sensación muy extraña ver las ideas de uno, que es un don nadie, repetidas en boca de personajillos con cierta masividad, pero no quiero utilizar esta plataforma para ponerme a denunciar a nadie ni a nada. He descubierto que simplemente ya no me importa.
No voy a negar que me haría feliz, oh, tan feliz, pertenecer a esa cofradía de periodistas culturales o literatos de tres al cuarto que han sabido burlar al sistema para todavía vivir en los barrios caros. Yo sé que me encantaría poder asegurarme aunque sea un rinconcito en ese mundo histérico. Pero no tengo nada y nunca he tenido nada y así es la cosa. Toda la vida he sido pobre, he vivido en los suburbios, he tenido que soportar la arquitectura horrorosa del conurbano y el tufo insoportable de las fábricas de sebo.
Tengo para mí este deseo de escribir, quién sabe para quién y quién sabe con qué destino…
Luego, ya no me importa nada. En serio. Ni siquiera le encuentro sentido al resentimiento que alguna vez tuve. Confieso que el orden que supuse preexistente al mundo hace rato que se ha resquebrajado.
Quizás fui perspicaz en muchas cosas, pero también fui muy ingenuo en otras. La realidad es que nadie lee nada y que a nadie le importa un pimiento absolutamente nada. Ni de lo que se escribe aquí, ni de ninguna cosa. Da igual lo que unos pocos digan en la radio o en los suplementos de cultura. Da igual lo que un puñado opine sobre esto o sobre lo otro… el mundo es mucho más amplio, mucho más de lo que nuestros ojos alcanzan a ver. Hay otro mundo más allá del suburbio y hay otro mundo más allá de las capitales… incluso hay otro mundo más allá de todos los horizontes existentes, posibles e imposibles.
Así que… ¿qué más da?
El desafío es no acumular rencor. Aceptar las cosas tal como son. Y resistir todavía.
Bienvenidos al blog del librero humanoide, nuevamente.
En su lugar, me han robado ideas, me han plagiado, se han servido de mí sin pedir permiso. Lo cual podría ser halagador de alguna manera, pero que en realidad no me ha hecho ninguna gracia, toda vez que quienes lo han hecho son los que se llevan el reconocimiento masivo y los aplausos, dejándome en este sitio tibio en el que me encuentro. Aunque ustedes no lo crean, hay un puñado de personas que han conseguido mucho a partir de sus experiencias en el mundo Blogger. Incluso han conseguido trabajos bien remunerados en medios culturales masivos. Es cierto que se trata de una minoría de personas con suerte, pero esa minoría existe. Desafortunadamente, yo no pertenezco a ella. A decir verdad, apenas pude conseguir que me leyeran mis amigos personales, después de insistirles para que lo hicieran. Es una sensación muy extraña ver las ideas de uno, que es un don nadie, repetidas en boca de personajillos con cierta masividad, pero no quiero utilizar esta plataforma para ponerme a denunciar a nadie ni a nada. He descubierto que simplemente ya no me importa.
No voy a negar que me haría feliz, oh, tan feliz, pertenecer a esa cofradía de periodistas culturales o literatos de tres al cuarto que han sabido burlar al sistema para todavía vivir en los barrios caros. Yo sé que me encantaría poder asegurarme aunque sea un rinconcito en ese mundo histérico. Pero no tengo nada y nunca he tenido nada y así es la cosa. Toda la vida he sido pobre, he vivido en los suburbios, he tenido que soportar la arquitectura horrorosa del conurbano y el tufo insoportable de las fábricas de sebo.
Tengo para mí este deseo de escribir, quién sabe para quién y quién sabe con qué destino…
Luego, ya no me importa nada. En serio. Ni siquiera le encuentro sentido al resentimiento que alguna vez tuve. Confieso que el orden que supuse preexistente al mundo hace rato que se ha resquebrajado.
Quizás fui perspicaz en muchas cosas, pero también fui muy ingenuo en otras. La realidad es que nadie lee nada y que a nadie le importa un pimiento absolutamente nada. Ni de lo que se escribe aquí, ni de ninguna cosa. Da igual lo que unos pocos digan en la radio o en los suplementos de cultura. Da igual lo que un puñado opine sobre esto o sobre lo otro… el mundo es mucho más amplio, mucho más de lo que nuestros ojos alcanzan a ver. Hay otro mundo más allá del suburbio y hay otro mundo más allá de las capitales… incluso hay otro mundo más allá de todos los horizontes existentes, posibles e imposibles.
Así que… ¿qué más da?
El desafío es no acumular rencor. Aceptar las cosas tal como son. Y resistir todavía.
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Bigmouth strikes again
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